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El umbral de la imagen

Toda imagen es, en su esencia más callada, una palabra no dicha. Lo comprendí aquella tarde en que la neblina cayó sobre los cerros del sur, mientras mi cámara temblaba en mis manos. Fotografiar no fue un acto técnico, sino un gesto de testimonio. No buscaba capturar un instante, sino abrirlo. Que hablara, que murmurara aquello que los ojos suelen ignorar.

Pienso ahora que cada fotografía que tomamos es una pregunta sin respuesta. Una invitación al vacío, al intersticio entre el mundo y su reflejo. No me interesa la nitidez, ni el encuadre perfecto. Me obsesiona ese segundo anterior al parpadeo, donde todo está a punto de ser algo más. ¿Qué hay antes de la forma? ¿Qué habita el contorno de lo apenas visto?

Y sin embargo, fotografiar también es aceptar que toda mirada es incompleta. No hay totalidad. Solo fragmento. Lo inacabado es lo que permanece. En esa grieta se cuela la poesía, el temblor de lo que se fuga. Porque incluso la luz se fatiga, incluso el lente duda. Allí vive la verdadera imagen, en su fracaso.

Bersonardo
Lucía Valverde